martes, 29 de enero de 2008

Un hombre, un voto. Un voto, 400 euros.

Nos dicen que los impuestos son importantes, que pagan hospitales, carreteras o colegios pero cuando llega el momento de la reelección nos reembolsan 400 de esos “importantísimos” euros. Se trata de una medida que será aplicada de forma lineal a unos 13 millones de contribuyentes con independencia de su nivel de ingresos.

Es sorprendente que un partido de izquierdas se descuelgue con una propuesta tan poco progresiva y social para su electorado. Cierto que la medida dejará casi exentos de pagar el IRPF a los mileuristas - más de 10 millones de asalariados – pero también para esos mismos votantes, es sangrante que su jefe, que gana 3.000 o 4.000 euros mensuales, se beneficie por igual de la medida. Todo esto sin contar con que los profesionales por cuenta propia o autónomos quedan fuera de la medida como si todos ellos fueran notarios o farmaceúticos.

La economía va tan “bien” en España que nuestros políticos centran en ella sus propuestas electorales. Los unos han apostado por el pájaro en mano mientras los otros prometen ciento volando. Mientras ZP propone una nueva versión del cheque-bebé con la entrega en junio de 400 euros, Rajoy promete la creación de nuevos 2,2 millones de puestos de trabajo, elevar la tasa de actividad femenina hasta el 68% en 2011 y a reformar el IRPF.

La propuesta de Rajoy es un clásico de las promesas electorales. Se trata de medidas que, aún en el caso de llegar a concretarse (vamos a darle el beneficio de la duda aunque dos millones de puestos de trabajo se me antojan pero que muy optimistas), se notarían como muy pronto a mediados de 2009, mientras que las primeras devoluciones del cheque-400 de Zapatero (la medida se aplicará gradualmente a partir de junio y hasta diciembre, mediante una disminución de lo que su empresa les retiene de la nómina hasta llegar a los 400 euros prometidos) llegaría justo para pagar los primeros tintos de verano, que es cuando la mayoría de los españoles presentan su declaración del IRPF.

El coste de esta promesa electoral es de 5.000 millones al año, una cuarta parte del superávit de las cuentas del Estado en este momento, pero ¿seguirá este superávit en los próximos años cuando la economía española, lastrada por su dependencia del sector de la construcción, ya está dando síntomas de agotamiento? Porque si no es así que expliquen los políticos por qué se han decidido a aflojar la billetera, cuando hasta solo hace unos meses Solbes (que ahora no ha abierto la boca para criticar la medida como hizo en su día con el cheque-bebé, medida mucho más social que el nuevo cheque-400) decía que había que esperar y ver. Sea como fuere, lo más seguro es que los 400 euros en mano se marchen en consumo puro y duro. Ya puestos a vaciar las arcas del Estado, y sin miedo a la inflación, ¿no habrá sido mejor incrementar la obra pública para apuntarlar el sector de la construcción que, entre puestos directos e indirectos, da trabajo a 2 millones de personas? Ah, claro, me había olvidado de que estamos en tiempo de elecciones.

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